28/10/07

La naturaleza se rebela contra los californianos

La búsqueda de aire puro, amplios jardines y espacios abiertos tiene su precio en el sur de California, donde miles de personas se han mudado a áreas antes vírgenes que ahora son asoladas por incendios más devastadores y frecuentes, según los expertos.
En Rancho Bernardo, Fallbrook y otros municipios en la sierra entre San Diego y Los Angeles muchas familias lloran hoy por la pérdida de su casa, pero no pueden decir que los incendios que abrasan la región desde hace una semana hayan sido una sorpresa.

En el sur de California, el fuego 'es un trastorno natural, es parte del ecosistema', según John Talberth, un economista especializado en desarrollo urbano.

Y el ser humano, pese a sus intervenciones para prevenirlo, ha aumentado con su presencia el riesgo de que salten las llamas.

Tres de los incendios se iniciaron, al parecer, cuando el fuerte viento derribó el tendido de luz, otro tuvo su origen en chispas de una soldadura y otros dos fueron provocados, según la policía.

Para el resto de la veintena que llegó a arder desde el 21 de octubre aún no hay una causa determinada.

Las posibilidades de que incidentes como éstos ocurran se han elevado por el mero número de personas presente en esas áreas.

Según un estudio de la Universidad de Wisconsin, casi dos tercios de las nuevas viviendas construidas en el Sur de California en la última década se han erigido en terreno susceptible de sufrir incendios.

Al mismo tiempo, amplias secciones del centro de San Diego y Los Angeles están prácticamente dilapidadas y sólo los pobres, especialmente hispanos, viven allí.

'Construir en áreas proclives a los incendios, unido al aumento de las actividades humanas en esos lugares, es lo que lleva a incendios catastróficos como éste', afirmó Talberth.

Este economista cree que la salida del centro de las ciudades se debe al racismo y a que los constructores y las personas con alto nivel adquisitivo son capaces de influir en los políticos para que permitan la edificación en zonas muy bonitas, pero peligrosas.

La temporada de mayor riesgo va de octubre a diciembre, pues es en esa época cuando nacen en el interior del continente los vientos conocidos como 'Santa Ana'.

Los 'Santa Ana' se encajonan y aceleran en los cañones que les guían desde las planicies áridas hacia la costa, al oeste.

Esta semana llegaron a transportar ascuas a 160 kilómetros por hora. Hallaron alimento fácil en unos montes repletos de chaparros, un arbusto de la familia del roble, que crecieron mucho hace dos años por las abundantes lluvias y ahora están muy secos debido a la posterior sequía.

La ola de incendios, espoleados por los vientos, llegó el 21 de octubre a El Cajon, a unos 30 kilómetros al este de San Diego.

Tammy McCallen primero vio cómo un resplandor ámbar rajaba la negrura de la noche sobre el Monte San Miguel, que domina el valle donde vive con sus tres hijos y su madre.

'Un minuto después el brillo rojo estaba a mitad del monte, lo iba consumiendo como un cigarrillo', recordó. Salió con su familia a toda velocidad, apenas con la ropa que llevaban puesta. Unos días después pudieron regresar y su casa se había salvado.

En opinión del biólogo David Hogan, episodios dramáticos como éste serán cada vez más frecuentes.

'El chaparral está adaptado al fuego, es muy resistente y puede recuperarse, pero si se quema con demasiada frecuencia y en la época del año equivocada puede ser reemplazado por hierba', dijo.

Y esa hierba, en tiempos de sequía, es incluso más inflamable que los chaparros.

Otro factor es el calentamiento global, que en el sur de California reducirá la lluvia y elevará la temperatura, según Hogan.

Talberth propone como alternativa una vuelta de la población a la ciudad y la recuperación de los centros urbanos.

Judith Lerass-Cock cree, sin embargo, que esta solución no es realista. Ella es la administradora del programa 'Firewise', que ayuda a los municipios a tomar medidas preventivas contra los incendios, lo que a su juicio es la respuesta al problema.

Entre sus consejos está no construir en la parte alta de los cañones y no instalar balcones de madera, 'que son muy bonitos, pero muy inflamables', indicó.

Además, dijo que es 'crucial' tener un tejado que no arda y cubrir las paredes exteriores de la casa con estuco o cementos especiales.

No tiene sugerencias, sin embargo, para evitar que el propio ser humano, con su maquinaria, sus redes eléctricas o su mala fe, provoque la primera chispa.


Fuente: http://actualidad.terra.es/nacional/articulo/naturaleza_rebela_californianos_1966279.htm

Chau.

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